El año 1814 se desangró con la lanza de José Tomás Boves. La era terrible de la historia venezolana tuvo en el caudillo español a su máxima figura. Nominalmente luchaba por las banderas del Rey de España, Fernando VII, pero en la realidad peleaba por él, por él y nada más que por él. A doscientos años de su cabalgar y su muerte continúa generando terror, pero también se ha revisado su legado entre las causas populares.
Nació en Oviedo, el 18 de septiembre de 1782. Hijo de Manuel Rodríguez de Bobes (tal era la grafía original de su apellido, luego cambiado a Boves) y Manuela de la Iglesia, hizo estudios de náutica, graduándose de piloto. No tuvo una infancia acomodada: su madre tuvo que realizar trabajos domésticos. “Hizo la América”, como decían los antiguos, a principios del siglo XIX: llegó aquí como navegante y terminó como contrabandista y comerciante.
Preso en Puerto Cabello por las actividades ilícitas, terminó recluido en Calabozo, por ayuda de otros comerciantes españoles. En el perdido pueblo llanero comenzó a tejer sus vínculos con las clases bajas de la pirámide social venezolana: mestizos, mulatos, indios, negros. Todos pasaban por la pulpería de Boves.
Acisclo Valdivieso Montaño escribió una biografía sobre el asturiano: Boves, Caudillo Hispano. Allí trazó, basado en testimonios de los que vieron al líder, un perfil físico: “Un hombre de sugestivo físico, alto, bien proporcionado, de cabello rubio, ojos azules y blanca tez. Fuerte a toda fatiga, por todo ello, por su atracción personal, su género de vida y acción en la guerra, la sugestión con que lo dotara la naturaleza y que ejerció sobre la masa llanera, su audacia y valor temerarios, fue que pudo imponerse a aquella, sojuzgarla y conducirla a todas partes a combatir con denuedo a su lado”.
Su “faz moral”, como la señala Valdivieso Montaño, se aleja un poco del rastro violento que dejó a su paso. “Era desprendido, enemigo de la adulación, sencillo, ajeno a la pompa y ostentación y agradecido de quienes le habían dispensado atenciones y servicios”.
Pero estalló la guerra y con él apareció el Boves sanguinario que aterrorizó a la causa patriota. ¿Qué ocasionó semejante odio? El historiador zuliano Rafael María Baralt apunta a una afrenta sufrida a principios de la Declaración de Independencia. Boves, inicialmente, se unió a la alegría por las palabras de libertad que emanaban de los doctores de Caracas. No era extraño: se recuerdan casos de españoles que sirvieron en el Ejército patriota, como Vicente Campo Elías, Manuel Villapol o Diego Jalón, entre los más conocidos. Pero sucedió lo inesperado y allí comenzó a correr con fuerza la sangre.
“Fingiendo mirarle como desafecto, un juez inicuo que quería despojarle de sus bienes, le condenó a servir de soldado en el ejército, mandándole tener en la cárcel hasta que fuese conducido a su destino”, señala el zuliano Rafael María Baralt, en su Historia de Venezuela. “Allí se hallaba cuando Antoñanzas ocupó la ciudad el año de 1812, y desde entonces abrazó la carrera militar, reuniendo a los llaneros y formando con ellos la caballería de los realistas”.
Aplicó con energía la guerra a muerte. El período más oscuro de la historia de Venezuela lo tuvo como su máximo protagonista: pero no puede olvidarse que el decreto formal lo expidió el Libertador Simón Bolívar, luego de los desmanes de otros jefes realistas, como Antoñanzas, Cérveriz y Zuazola. Digamos que Boves no fue el primer violento, pero sí el que ejerció con mayor saña la acción.
“En los campos de batalla y en los pueblos pacíficos se cometieron, por su orden, horrores de (los) que hay pocos ejemplares”, escribió su propio capellán, el presbítero José Ambrosio Llamozas. El vicario dejó claro que el objetivo de la furia de Boves era no solo el grupo patriota, sino específicamente el de los mantuanos, los blancos.
“En los llanos no debe quedar un blanco por dos razones”, explicaba Llamozas, basado en las palabras del caudillo realista. “La primera, por tener destinado aquel territorio para los pardos, y la segunda, por asegurar su retirada en caso de una derrota, pues no se fiaba de los blancos, cuya compañía le desagradó siempre, mas con los pardos comía y con ellos formaba sus diversiones”.
En diciembre de 1814 tenía unos 7.500 hombres bajo su mando, recuerda el presbítero. Solo contaba con 60 u 80 soldados blancos y de 40 a 50 entre comandantes y oficiales españoles y criollos.
“Era sanguinario (pero) quería lavar con sangre una injuria recibida, y pagando muerte con muerte, ejercía una represalia autorizada por el decreto formidable de Trujillo”, recuerda el literato marabino Baralt. “Una necesidad política, el hábito, que embota la sensibilidad, y acaso una disposición natural, sin la cual ese hábito raras veces se adquiere, le conducían como un torrente a la a la destrucción de cuanto se le oponía; pero conservando en medio de aquellos estragos su carácter indolente y fiero de marino, mataba y pasaba, sin detenerse a ver cómo expiraban sus víctimas (…) Boves, despreciando cualquier cosa que no fueran las armas, dejaba a la soldadesca el infame provecho del botín. Valiente, impetuoso y terrible, era siempre el primero en el peligro”.
¿Ejerció la democracia Boves? ¿La justicia social? En el sentido estricto, sí. Seguido por las clases populares, los llamados desamparados consiguieron en él a un líder. El asturiano les dio libertad a los esclavos, tierras a los campesinos y botín a los abandonados. Los medios fueron terribles, sin duda. Pero la base de la sociedad, negros, pardos, indios, lo vieron como un jefe al que acompañar hasta el final.
“El Comandante general Boves, desde el principio de la campaña manifestó el sistema que se había propuesto y del cual jamás se separó: fundábase en la destrucción de todos los blancos, conservando, contemplando y halagando a las demás castas”, relata Llamozas, en su famoso memorial. “Boves hizo matar en Calabozo a 87 blancos que pudo aprehender y dejó lista de otros 32, para el mismo efecto, y orden a la salida de esta villa a su comandante militar para que hiciese matar a todo hombre blanco que allí llegase y que las mujeres blancas de Calabozo y pueblos inmediatos fueran remitidas a la isla de Arichuna, como se ejecutó, repartiendo las casas y los bienes de los muertos y las desterradas entre los pardos y dándoles papeletas de propiedad”.
“La rebelión que se personaliza en Boves deja raíces profundas en Venezuela. La Federación y la figura de Zamora son, guardando la proporción y el momento histórico, un revivir de ese sentimiento igualitario del pueblo venezolano, que en cada movimiento de masas pretende, como es lógico, integrarse e imponer una política democrática y total, y no de pequeñas oligarquías alejadas de sus problemas y extrañas a sus propios sentimientos”, apunta Juan Uslar Pietri (hermano del laureado Arturo) en su Historia Política de Venezuela.
Su forma de lucha le dio éxito bélico, pero no político. “Boves fue en lo militar una especie de genio creador de la guerra especial que el país requería”, proclama el español Salvador de Madariaga, en su biografía de Simón Bolívar. “El modo de utilizar la caballería natural del país, es decir la adaptación a la guerra del llanero que daba la tierra, las marchas veloces y los ataques rápidos en campos bien escogidos para la maniobra, la táctica rápida y flexible que Bolívar asimilará, fueron cosa de Boves (…) Le dio un espíritu colectivo y de cuerpo a los llaneros, hombres sin vínculo especial para con ninguno de los dos bandos de la guerra civil, fieles al caudillo que surgía de entre su seno, a quien amaban con admiración y lealtad, fuera cual fuere la bandera que enarbolaba”.
“Cuando sus tropas no querían obedecer a tal o cual comandante, Boves lo separaba del mando y nombraba a otro, con solo que los soldados se lo pidieran (…) Una fuerza así con un mando tal tenía que esparcir el terror dondequiera que fuese”. Una democracia rudimentaria, en la que las mayorías decidían su suerte dentro de la guerra.
Fue oficial de urbanos, al frente de una partida de caballería, en 1812, bajo las órdenes del realista Eusebio Antoñanzas. Tras ser nombrado éste como Gobernador Militar de Cumaná, el asturiano ascendió a comandante general de Calabozo. Para 1813 ejecutó prisioneros en la revuelta de Espino (en las cercanías del Orinoco), y luego estuvo en la campaña de Oriente, con el mariscal de campo Juan Manuel Cajigal al frente. Para agosto de ese año, Cajigal le otorgó facultades discrecionales: ya contaba con el mando absoluto de una fuerza con la que podía hacer lo que quisiera, siempre a favor del rey de España.
Allí comenzó la leyenda del caudillo.
Cachipo, Santa Catalina, Mosquitero, San Marcos. Boves alternó triunfos con derrotas, pero sumaba, a pesar de los traspiés, lanceros para su banda. “Ha sido una regresión colectiva y casi absoluta a la barbarie”, juzga Rufino Blanco Fombona, en Bolívar y la Guerra a muerte. Comenzó 1814, su año triunfal y mortal, con la primera batalla de La Puerta, en la que derrotó a su paisano Campo Elías; luego sus fuerzas terminaron frenadas por José Félix Ribas en La Victoria. No pudo en San Mateo, atrincherados los patriotas con Simón Bolívar al frente y con Antonio Ricaurte como mártir, ni con Santiago Mariño en Bocachica. Ya vendría la cadena de éxitos que lo llevaron a arrasar con el centro y el oriente del país.
El 15 de junio de 1814, en la segunda batalla de La Puerta, hizo huir a Bolívar y a Mariño. Recordaba Augusto Mijares en su obra El Libertador: “Boves, según su costumbre, asesinó a todos los prisioneros tomados en aquella acción, entre ellos al gallardo coronel Diego Jalón. Este era español como Boves, aunque de muy diferente índole; pero esa identidad de sangre solo inspiró al feroz vencedor a una nueva forma de sevicia: al día siguiente de la batalla invitó a Jalón a almorzar en Villa de Cura, y al levantarse de la mesa lo hizo decapitar en su presencia”.
De paso, consolidó su poder absoluto, en una comunicación a su antiguo jefe, Cajigal: “He recobrado las armas, las municiones y el honor de las banderas españolas que Su Excelencia perdió en (la primera batalla de) Carabobo”.
La ocupación de Valencia el 11 de julio de 1814 fue otra de sus obras atroces. Previamente había jurado ante el Santísimo Sacramento respetar la vida de los inocentes. Luego comenzó la fiesta.
Cuenta el regente realista Heredia: “A la noche siguiente la entrada reunió a todas las mujeres en un sarao, y entre tanto hizo recoger los hombres, que había tomado precauciones para que no se escaparan y sacándoles fuera de la población los alanceaban como a toros, sin auxilio espiritual (…) Las damas del baile se bebían las lágrimas y temblaban al oír las pisadas de partidas de caballería temiendo lo que sucedió, mientras que Boves con un látigo en la mano les hacía danzar el piquirico y otros sonecitos de la tierra, a que era muy aficionado, sin que la molicie que ellos inspiraran fuese capaz de ablandar aquel corazón de hierro. Duró la matanza algunas otras noches”.
Se nombró a sí mismo como “Gobernador, Presidente de la Real Audiencia, capitán general y jefe político de todas las que constituyen la (provincia) de Venezuela, Comandante General del Ejército español”. El Rey de España solo era un nombre lejano, casi desconocido: el verdadero macho del país se llamaba José Tomás Boves.
“Aunque nacido en España y alistado bajo sus banderas, Boves no luchó jamás por España. Boves solo luchó por Boves”, sentencia el historiador español Madariaga. “Su conducta fue siempre anárquica, sanguinaria, destructora, de modo que la idea de que su muerte significara pérdida para España es absurda. El día en que murió Boves es posible que la causa de España no ganase nada; es seguro que nada perdió. En cambio, la causa de Venezuela independiente perdió un mal enemigo, un hombre que, dondequiera que fuese, reclutaba amigos para los enemigos de España, si no precisamente para la república de Venezuela”.
Entró en Caracas, desierta tras la huida a Oriente de las fuerzas patriotas y buena parte de la población civil, el 16 de julio. Marchó a la persecución de los vencidos. El 5 de diciembre de 1814 en la batalla de Urica, hoy población del estado Anzoátegui, con la segunda república ya exánime, llegó su hora de muerte.
“Boves, inmóvil, como si le preocupase un grave pensamiento, se estuvo a aguardar el ataque, viéndose con sorpresa que por la primera vez se abstuviese de prevenir a su enemigo”, narra Baralt. “Valeroso empero, como siempre, se colocó a la derecha, por ser aquel el flanco más débil de la línea. Sobre él cayó (Pedro) Zaraza con tal ímpetu y coraje que, sobrecogidos los realistas, volvieron la espalda en el desorden más completo; entonces fue cuando Boves, después de haber hecho los más heroicos esfuerzos para detener a los suyos, quiso retirarse; su caballo, indócil a la voz y al freno, se encabritó, y un oscuro soldado republicano cuyo nombre jamás se ha podido descubrir le atravesó el pecho de un lanzazo, derribándole en el acto muerto al suelo”.
La leyenda habla de alguien que vengó a una familiar muerta por las hordas de Boves. Otros dicen que fue el mismo Zaraza el que lo alanceó. Unos más hablan que quedó vivo, pero Francisco Tomás Morales, que hasta entonces era su segundo, lo remató, para quedarse con su poder.
Y se lo quedó, pero solo en título. El liderazgo no terminó en sus manos, sino en las de otro hijo de los llanos que esta vez actuaría a favor de la república: José Antonio Páez.
“El gran maestro de los patriotas”, definió a Boves el historiador Duarte Level: los criollos aprendieron, a punta de sangre y fuego, la importancia de los desarrapados en la lucha por la Independencia. “El primero de nuestros caudillos populares”, lo llamó Laureano Vallenilla Lanz. Para Juan Vicente González fue “El primer jefe de la democracia venezolana”. Bolívar, que lo sufrió, lo describió como “Un hombre cruel que no parece haber sido amamantado con leche de mujer, sino con la de los tigres y las furias del infierno”. La historia nunca terminará de ponerse de acuerdo con el bravo y sanguinario asturiano que tuvo en sus manos el destino de Venezuela.
Nació en Oviedo, el 18 de septiembre de 1782. Hijo de Manuel Rodríguez de Bobes (tal era la grafía original de su apellido, luego cambiado a Boves) y Manuela de la Iglesia, hizo estudios de náutica, graduándose de piloto. No tuvo una infancia acomodada: su madre tuvo que realizar trabajos domésticos. “Hizo la América”, como decían los antiguos, a principios del siglo XIX: llegó aquí como navegante y terminó como contrabandista y comerciante.
Preso en Puerto Cabello por las actividades ilícitas, terminó recluido en Calabozo, por ayuda de otros comerciantes españoles. En el perdido pueblo llanero comenzó a tejer sus vínculos con las clases bajas de la pirámide social venezolana: mestizos, mulatos, indios, negros. Todos pasaban por la pulpería de Boves.
Acisclo Valdivieso Montaño escribió una biografía sobre el asturiano: Boves, Caudillo Hispano. Allí trazó, basado en testimonios de los que vieron al líder, un perfil físico: “Un hombre de sugestivo físico, alto, bien proporcionado, de cabello rubio, ojos azules y blanca tez. Fuerte a toda fatiga, por todo ello, por su atracción personal, su género de vida y acción en la guerra, la sugestión con que lo dotara la naturaleza y que ejerció sobre la masa llanera, su audacia y valor temerarios, fue que pudo imponerse a aquella, sojuzgarla y conducirla a todas partes a combatir con denuedo a su lado”.
Su “faz moral”, como la señala Valdivieso Montaño, se aleja un poco del rastro violento que dejó a su paso. “Era desprendido, enemigo de la adulación, sencillo, ajeno a la pompa y ostentación y agradecido de quienes le habían dispensado atenciones y servicios”.
Pero estalló la guerra y con él apareció el Boves sanguinario que aterrorizó a la causa patriota. ¿Qué ocasionó semejante odio? El historiador zuliano Rafael María Baralt apunta a una afrenta sufrida a principios de la Declaración de Independencia. Boves, inicialmente, se unió a la alegría por las palabras de libertad que emanaban de los doctores de Caracas. No era extraño: se recuerdan casos de españoles que sirvieron en el Ejército patriota, como Vicente Campo Elías, Manuel Villapol o Diego Jalón, entre los más conocidos. Pero sucedió lo inesperado y allí comenzó a correr con fuerza la sangre.
“Fingiendo mirarle como desafecto, un juez inicuo que quería despojarle de sus bienes, le condenó a servir de soldado en el ejército, mandándole tener en la cárcel hasta que fuese conducido a su destino”, señala el zuliano Rafael María Baralt, en su Historia de Venezuela. “Allí se hallaba cuando Antoñanzas ocupó la ciudad el año de 1812, y desde entonces abrazó la carrera militar, reuniendo a los llaneros y formando con ellos la caballería de los realistas”.
Aplicó con energía la guerra a muerte. El período más oscuro de la historia de Venezuela lo tuvo como su máximo protagonista: pero no puede olvidarse que el decreto formal lo expidió el Libertador Simón Bolívar, luego de los desmanes de otros jefes realistas, como Antoñanzas, Cérveriz y Zuazola. Digamos que Boves no fue el primer violento, pero sí el que ejerció con mayor saña la acción.
“En los campos de batalla y en los pueblos pacíficos se cometieron, por su orden, horrores de (los) que hay pocos ejemplares”, escribió su propio capellán, el presbítero José Ambrosio Llamozas. El vicario dejó claro que el objetivo de la furia de Boves era no solo el grupo patriota, sino específicamente el de los mantuanos, los blancos.
“En los llanos no debe quedar un blanco por dos razones”, explicaba Llamozas, basado en las palabras del caudillo realista. “La primera, por tener destinado aquel territorio para los pardos, y la segunda, por asegurar su retirada en caso de una derrota, pues no se fiaba de los blancos, cuya compañía le desagradó siempre, mas con los pardos comía y con ellos formaba sus diversiones”.
En diciembre de 1814 tenía unos 7.500 hombres bajo su mando, recuerda el presbítero. Solo contaba con 60 u 80 soldados blancos y de 40 a 50 entre comandantes y oficiales españoles y criollos.
“Era sanguinario (pero) quería lavar con sangre una injuria recibida, y pagando muerte con muerte, ejercía una represalia autorizada por el decreto formidable de Trujillo”, recuerda el literato marabino Baralt. “Una necesidad política, el hábito, que embota la sensibilidad, y acaso una disposición natural, sin la cual ese hábito raras veces se adquiere, le conducían como un torrente a la a la destrucción de cuanto se le oponía; pero conservando en medio de aquellos estragos su carácter indolente y fiero de marino, mataba y pasaba, sin detenerse a ver cómo expiraban sus víctimas (…) Boves, despreciando cualquier cosa que no fueran las armas, dejaba a la soldadesca el infame provecho del botín. Valiente, impetuoso y terrible, era siempre el primero en el peligro”.
¿Ejerció la democracia Boves? ¿La justicia social? En el sentido estricto, sí. Seguido por las clases populares, los llamados desamparados consiguieron en él a un líder. El asturiano les dio libertad a los esclavos, tierras a los campesinos y botín a los abandonados. Los medios fueron terribles, sin duda. Pero la base de la sociedad, negros, pardos, indios, lo vieron como un jefe al que acompañar hasta el final.
“El Comandante general Boves, desde el principio de la campaña manifestó el sistema que se había propuesto y del cual jamás se separó: fundábase en la destrucción de todos los blancos, conservando, contemplando y halagando a las demás castas”, relata Llamozas, en su famoso memorial. “Boves hizo matar en Calabozo a 87 blancos que pudo aprehender y dejó lista de otros 32, para el mismo efecto, y orden a la salida de esta villa a su comandante militar para que hiciese matar a todo hombre blanco que allí llegase y que las mujeres blancas de Calabozo y pueblos inmediatos fueran remitidas a la isla de Arichuna, como se ejecutó, repartiendo las casas y los bienes de los muertos y las desterradas entre los pardos y dándoles papeletas de propiedad”.
“La rebelión que se personaliza en Boves deja raíces profundas en Venezuela. La Federación y la figura de Zamora son, guardando la proporción y el momento histórico, un revivir de ese sentimiento igualitario del pueblo venezolano, que en cada movimiento de masas pretende, como es lógico, integrarse e imponer una política democrática y total, y no de pequeñas oligarquías alejadas de sus problemas y extrañas a sus propios sentimientos”, apunta Juan Uslar Pietri (hermano del laureado Arturo) en su Historia Política de Venezuela.
Su forma de lucha le dio éxito bélico, pero no político. “Boves fue en lo militar una especie de genio creador de la guerra especial que el país requería”, proclama el español Salvador de Madariaga, en su biografía de Simón Bolívar. “El modo de utilizar la caballería natural del país, es decir la adaptación a la guerra del llanero que daba la tierra, las marchas veloces y los ataques rápidos en campos bien escogidos para la maniobra, la táctica rápida y flexible que Bolívar asimilará, fueron cosa de Boves (…) Le dio un espíritu colectivo y de cuerpo a los llaneros, hombres sin vínculo especial para con ninguno de los dos bandos de la guerra civil, fieles al caudillo que surgía de entre su seno, a quien amaban con admiración y lealtad, fuera cual fuere la bandera que enarbolaba”.
“Cuando sus tropas no querían obedecer a tal o cual comandante, Boves lo separaba del mando y nombraba a otro, con solo que los soldados se lo pidieran (…) Una fuerza así con un mando tal tenía que esparcir el terror dondequiera que fuese”. Una democracia rudimentaria, en la que las mayorías decidían su suerte dentro de la guerra.
Fue oficial de urbanos, al frente de una partida de caballería, en 1812, bajo las órdenes del realista Eusebio Antoñanzas. Tras ser nombrado éste como Gobernador Militar de Cumaná, el asturiano ascendió a comandante general de Calabozo. Para 1813 ejecutó prisioneros en la revuelta de Espino (en las cercanías del Orinoco), y luego estuvo en la campaña de Oriente, con el mariscal de campo Juan Manuel Cajigal al frente. Para agosto de ese año, Cajigal le otorgó facultades discrecionales: ya contaba con el mando absoluto de una fuerza con la que podía hacer lo que quisiera, siempre a favor del rey de España.
Allí comenzó la leyenda del caudillo.
Cachipo, Santa Catalina, Mosquitero, San Marcos. Boves alternó triunfos con derrotas, pero sumaba, a pesar de los traspiés, lanceros para su banda. “Ha sido una regresión colectiva y casi absoluta a la barbarie”, juzga Rufino Blanco Fombona, en Bolívar y la Guerra a muerte. Comenzó 1814, su año triunfal y mortal, con la primera batalla de La Puerta, en la que derrotó a su paisano Campo Elías; luego sus fuerzas terminaron frenadas por José Félix Ribas en La Victoria. No pudo en San Mateo, atrincherados los patriotas con Simón Bolívar al frente y con Antonio Ricaurte como mártir, ni con Santiago Mariño en Bocachica. Ya vendría la cadena de éxitos que lo llevaron a arrasar con el centro y el oriente del país.
El 15 de junio de 1814, en la segunda batalla de La Puerta, hizo huir a Bolívar y a Mariño. Recordaba Augusto Mijares en su obra El Libertador: “Boves, según su costumbre, asesinó a todos los prisioneros tomados en aquella acción, entre ellos al gallardo coronel Diego Jalón. Este era español como Boves, aunque de muy diferente índole; pero esa identidad de sangre solo inspiró al feroz vencedor a una nueva forma de sevicia: al día siguiente de la batalla invitó a Jalón a almorzar en Villa de Cura, y al levantarse de la mesa lo hizo decapitar en su presencia”.
De paso, consolidó su poder absoluto, en una comunicación a su antiguo jefe, Cajigal: “He recobrado las armas, las municiones y el honor de las banderas españolas que Su Excelencia perdió en (la primera batalla de) Carabobo”.
La ocupación de Valencia el 11 de julio de 1814 fue otra de sus obras atroces. Previamente había jurado ante el Santísimo Sacramento respetar la vida de los inocentes. Luego comenzó la fiesta.
Cuenta el regente realista Heredia: “A la noche siguiente la entrada reunió a todas las mujeres en un sarao, y entre tanto hizo recoger los hombres, que había tomado precauciones para que no se escaparan y sacándoles fuera de la población los alanceaban como a toros, sin auxilio espiritual (…) Las damas del baile se bebían las lágrimas y temblaban al oír las pisadas de partidas de caballería temiendo lo que sucedió, mientras que Boves con un látigo en la mano les hacía danzar el piquirico y otros sonecitos de la tierra, a que era muy aficionado, sin que la molicie que ellos inspiraran fuese capaz de ablandar aquel corazón de hierro. Duró la matanza algunas otras noches”.
Se nombró a sí mismo como “Gobernador, Presidente de la Real Audiencia, capitán general y jefe político de todas las que constituyen la (provincia) de Venezuela, Comandante General del Ejército español”. El Rey de España solo era un nombre lejano, casi desconocido: el verdadero macho del país se llamaba José Tomás Boves.
“Aunque nacido en España y alistado bajo sus banderas, Boves no luchó jamás por España. Boves solo luchó por Boves”, sentencia el historiador español Madariaga. “Su conducta fue siempre anárquica, sanguinaria, destructora, de modo que la idea de que su muerte significara pérdida para España es absurda. El día en que murió Boves es posible que la causa de España no ganase nada; es seguro que nada perdió. En cambio, la causa de Venezuela independiente perdió un mal enemigo, un hombre que, dondequiera que fuese, reclutaba amigos para los enemigos de España, si no precisamente para la república de Venezuela”.
Entró en Caracas, desierta tras la huida a Oriente de las fuerzas patriotas y buena parte de la población civil, el 16 de julio. Marchó a la persecución de los vencidos. El 5 de diciembre de 1814 en la batalla de Urica, hoy población del estado Anzoátegui, con la segunda república ya exánime, llegó su hora de muerte.
“Boves, inmóvil, como si le preocupase un grave pensamiento, se estuvo a aguardar el ataque, viéndose con sorpresa que por la primera vez se abstuviese de prevenir a su enemigo”, narra Baralt. “Valeroso empero, como siempre, se colocó a la derecha, por ser aquel el flanco más débil de la línea. Sobre él cayó (Pedro) Zaraza con tal ímpetu y coraje que, sobrecogidos los realistas, volvieron la espalda en el desorden más completo; entonces fue cuando Boves, después de haber hecho los más heroicos esfuerzos para detener a los suyos, quiso retirarse; su caballo, indócil a la voz y al freno, se encabritó, y un oscuro soldado republicano cuyo nombre jamás se ha podido descubrir le atravesó el pecho de un lanzazo, derribándole en el acto muerto al suelo”.
La leyenda habla de alguien que vengó a una familiar muerta por las hordas de Boves. Otros dicen que fue el mismo Zaraza el que lo alanceó. Unos más hablan que quedó vivo, pero Francisco Tomás Morales, que hasta entonces era su segundo, lo remató, para quedarse con su poder.
Y se lo quedó, pero solo en título. El liderazgo no terminó en sus manos, sino en las de otro hijo de los llanos que esta vez actuaría a favor de la república: José Antonio Páez.
“El gran maestro de los patriotas”, definió a Boves el historiador Duarte Level: los criollos aprendieron, a punta de sangre y fuego, la importancia de los desarrapados en la lucha por la Independencia. “El primero de nuestros caudillos populares”, lo llamó Laureano Vallenilla Lanz. Para Juan Vicente González fue “El primer jefe de la democracia venezolana”. Bolívar, que lo sufrió, lo describió como “Un hombre cruel que no parece haber sido amamantado con leche de mujer, sino con la de los tigres y las furias del infierno”. La historia nunca terminará de ponerse de acuerdo con el bravo y sanguinario asturiano que tuvo en sus manos el destino de Venezuela.
Excelente
ResponderEliminarAutores como Francisco Herrera Luque, afirman que nadie quiso otorgarse la autoría de la muerte de Boves, inclusive Zaraza, ni lo afirmaba ni lo negaba. Acaso temor a represalias? Un individuo tan idolatrado por la masa de llaneros que lo seguía,siguió siendo venerado por muchos
ResponderEliminaraños, celebrando en los llanos La Misa de Boves, en cada aniversario de su muerte.
Un pelin demagogico el post. No se menciona el asesinato por los separatistas de su mujer, ese es el motivo de su odio. Por otra parte, se abusa de los topicos: la lucha no era contra "los blancos" pues blanco era él y sus oficiales; era contra los separatistas, que curiosamente eran todos blancos. Los hacendados, todos ellos españoles nacidos en America, basaban su riqueza en el esclavismo: a falta de tropas, los caudillos realistas liberaban a los esclavos para aumentar sus huestes y como los esclavos y mulatos no tenian cultura, les azuzaban con proclamas básicas para enfrentarlos a sus opresores. Que Boves no luchaba por España es otra falacia, pues fue antes que jefe, subalterno de caudillos realistas, y sus ascensos eran refrendados por el Rey en persona. Boves es la realidad de la independencia de Hispanoamerica: los independentistas eran los españoles hacendados, ricos y esclavistas, que simplemente no querian pagar impuestos. Los leales a España, sin embargo, eran los pobres, que solo podian confiar en una autoridad más alta que la de sus opresores esclavistas para mejorar su situacion, y es la idilica figura del Rey esa esperanza. Como los independentistas ganaron, manipularon la historia (¿revolucion Bolivariana, es poner el gobierno en manos de los terratenientes caciques? Más bien es una regresión) Como Boves era idolo de los desfavorecidos, se manipula su leyenda para simular que no defendia España. Es alucinante ver como en Venezuela se le considera oficialmente "patriota venezolano" cuando en realidad los odió y mató tanto como pudo.
ResponderEliminarCiertamente la historia la escriben los vencedores, en el caso particular de Venezuela los independentistas son los que la escribieron. El Taita Boves fue un guerrero feroz que dió cobijo bajo su protección a Miles de llaneros que no encontraban el sosiego de sus necesidades básicas en estas tierras. Cuentan q más de una carta de recomendación envío el rey Fernando para que disminuyera la crueldad de sus ataques. Su muerte género mucha preocupación y tristeza en toda la zona llanera desde el meta hasta las sábanas de Monagas y otro Taita concentro ese mismo frenesí el Taita Paez.
ResponderEliminarEl gran Boves. Algún día alguien contará la verdadera historia de todo en Venezuela, separados de tanto matrices de opiniones y de ideologías actuales donde disfrazan la historia. Porque Boves repitió lo que le hicieron a el, su esposa e hijo. Y el primero que hablo de guerra muerte fue Bolívar, Ya lo venían practicando y de esto hay documentos. Como el caso de los hospitales en ,mano de los independentistas. Porque de hecho. en la Filas mantuanas no habia en un comienzo oficiales pardos del lado realista si. Ademas, fue una guerra Civil lo que paso aquí. Ademas muchos indigenas apoyaron a españa. Hay tantas mentiras actuales disfraces en la historia que asombran. Espero que los revisionistas hagan su trabajo. Ademas hay que ponerle ojo al archivo general de la republica, si es que ya no desaparecieron documentos.
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