José Francisco Bermúdez, por Tovar y Tovar. |
Bermúdez era una de las figuras más controversiales de la época: violento, sanguinario e impetuoso hasta el exceso, el historiador marabino Rafael María Baralt lo definió como “mozo inquieto, turbulento y petulante, de una audacia imponderable”.
Adherido al movimiento de Independencia desde 1810, luchó como subteniente en 1811 bajo las órdenes de Vicente Sucre. En 1813 formó parte de la Invasión de Chacachacare, comandada por Santiago Mariño para liberar la zona oriental de Venezuela.
En 1814 luchó en Bocachica, la primera Batalla de Carabobo y en la segunda de La Puerta, en Maturín y en Cumaná.
José Francisco Bermúdez, en la Historia de Venezuela de Baralt y Díaz. |
Para 1815 se exilió a las Antillas y un año más tarde Simón Bolívar lo expulsa de la expedición de Los Cayos, por serias diferencias que en algún momento casi llegan a un duelo. Reconciliados, en 1817 el Libertador lo nombra comandante de la provincia de Cumaná, tras la ejecución de Manuel Piar, enemigo de ambos.
La llamada Diversión de Bermúdez, en 1821, resta efectivos a las fuerzas realistas con la incursión del cumanés sobre Caracas, en los días previos a la Batalla de Carabobo. Dos años después, junto con José Antonio Páez, rinde la plaza de Puerto Cabello.
Bermúdez pide licencia para retirarse a la vida privada, concedida por el Libertador en 1826. Y allí es cuando comienza su capítulo final, narrado por Laureano Vallenilla Lanz en 1914 y resumido en lahistoria200 en 6 puntos.
1. Rafael Berrizbeitia era proveedor de la División expedicionaria bajo el mando del capitán de navío José María García. Hijo de vascos, durante la Guerra de Independencia Berrizbeitia se muda con su familia a Puerto Rico, retornando para 1830 a Venezuela. “De carácter inquieto y algo atrabiliario, y por sus relaciones de parentesco con algunos patriotas, demostró pronto su ansia de figurar”, recuerda Vallenilla Lanz. “De luego a luego se mezcló en la cuestión política reinante en aquella época tan azarosa de la separación de Venezuela de la gloriosa Colombia”.
Los Próceres, de Pedro Centeno Vallenilla. De izquierda a derecha: Luis Cáceres y Juan Bautista Arismendi, José Antonio Anzoátegui y José Francisco Bermúdez. |
2. El capitán García exhortó a Berrizbeitia a entregarle unos montones de plátanos para la tropa, que solo contaba con una ración de pan. El proveedor ignoró al militar, dándole la espalda, y García, “bien conocido por su carácter despótico y con las ínfulas con que se exhibían en toda ocasión los jefes colombianos libertadores, levantó la mano y descárgole golpe fuerte en el pescuezo, cayendo Berrizbeitia de redondo sobre uno de los montones de plátanos”. Desarmado, el ofendido solo alcanzó a reclamar, abandonando su puesto para acusar ante Bermúdez la acción de García.
3. “Es de suponerse con qué términos le despidió y quizás le despreció Bermúdez”, apunta Vallenilla Lanz. Ante el comandante Francisco Antonio Carrera, Berrizbeitia juró matar a García o a Bermúdez para reivindicar su honor.
4. El 15 de diciembre de 1831 García invita a Bermúdez a su buque y en la noche el general regresa a la ciudad, “algo alterado por las libaciones de costumbre, a las cuales tanto él como García era bien afectos”, según Vallenilla Lanz. Uno de los ayudantes de Bermúdez “le metió un chisme contra el comandante Carrera”: el general insistió en ir a su casa, y lo hizo con fuete en mano.
Estatua de José Francisco Bermúdez en Los Próceres. Foto Gorgal. |
5. En la casa se encontraban Carrera y Berrizbeitia. El primero se escondió en el fondo de la galería, mientras que el segundo, con una pistola, disparó a quemarropa a Bermúdez. “Le hirió en la mitad del pecho y le derribó muerto en tierra. Una de las bellotas del dormán que portaba se introdujo detrás de la homicida bala y casi cerró el agujero, lo que impidió que fuese abundante la expulsión de sangre”.
6. Berrizbeitia fue condenado a diez años de presidio en el Castillo Libertador, en Puerto Cabello. En 1832, el general Francisco Carabaño y el comandante García, amigos del difunto Bermúdez, mandaban en la zona. Se prometió la libertad del preso por 30 onzas de oro, siendo recibido el fugado por un patrón de embarcación pescadora llamado Pedro Pablo Domínguez. Tenía una orden el pescador: matar a Berrizbeitia en venganza por el asesinato de Bermúdez. Domínguez, acompañado de dos sujetos más, terminaron con la vida del joven.
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