El ataque a Pearl Harbor, 7 de diciembre de 1941. |
La alocución presidencial del 9 de diciembre de 1941 estableció la posición de Venezuela en la Segunda Guerra Mundial.
El texto es transcrito de la edición del 10 de diciembre de 1941 del diario PANORAMA. Se titula "Venezuela cumplirá sus obligaciones serenamente, sin alardes, sin desproporcionados gestos".
El General Medina Angarita ofreciendo un discurso. Foto tomada de Archivo Fotografía Urbana para http://prodavinci.com/ |
Hoy es el aniversario de Ayacucho, el día de la América Libre que recuerda la gloria y el sacrificio de nuestros antepasados. Ninguna fecha más propicia para que llegue hasta vosotros la palabra del Jefe del Estado, en estos instantes en que debéis apreciar con tino y prudencia la verdadera significación de los acontecimientos.
La serie de graves sucesos internacionales que se vienen sucediendo con pavorosa extensión e intensidad acaba de culminar con la agresión llevada a cabo contra los Estados Unidos de América por el Imperio del Japón. Agresión que Venezuela entera, en nombre de postulados que han sido siempre suyos en virtud de pactos solemnes que la hacen solidaria de todas y cada una de las naciones del continente, la llevan a colocarse con viva sinceridad al lado de los Estados Unidos.
En estos últimos años hemos asistido con dolorosa simpatía a una lucha cruenta que ha puesto en el más duro trance de prueba a los principios que, hasta hoy, hemos considerado como el objeto y la esencia de la civilización, de los cuales los pueblos americanos nacieron a la vida independiente y que para ellos se confunden con la noción misma de la dignidad humana. Los ecos y las derivaciones del gran conflicto nos han venido afectando en grado variable, pero habíamos podido considerarlos con sumo optimismo, porque a pesar de las siniestras contingencias la familia de naciones americanas permanecía unida y ratificaba, por medio de precisos instrumentos, su lealtad a aquellos principios tradicionales.
La serie de graves sucesos internacionales que se vienen sucediendo con pavorosa extensión e intensidad acaba de culminar con la agresión llevada a cabo contra los Estados Unidos de América por el Imperio del Japón. Agresión que Venezuela entera, en nombre de postulados que han sido siempre suyos en virtud de pactos solemnes que la hacen solidaria de todas y cada una de las naciones del continente, la llevan a colocarse con viva sinceridad al lado de los Estados Unidos.
En estos últimos años hemos asistido con dolorosa simpatía a una lucha cruenta que ha puesto en el más duro trance de prueba a los principios que, hasta hoy, hemos considerado como el objeto y la esencia de la civilización, de los cuales los pueblos americanos nacieron a la vida independiente y que para ellos se confunden con la noción misma de la dignidad humana. Los ecos y las derivaciones del gran conflicto nos han venido afectando en grado variable, pero habíamos podido considerarlos con sumo optimismo, porque a pesar de las siniestras contingencias la familia de naciones americanas permanecía unida y ratificaba, por medio de precisos instrumentos, su lealtad a aquellos principios tradicionales.
Edición del diario PANORAMA con el ataque japonés a Pearl Harbor. |
La agresión que acaba de ocurrir pone en trágica amenaza a las puertas mismas de América y plantea en cada uno de estos pueblos la necesidad perentoria de asumir en pleno sus responsabilidades. Quiero ratificaros que Venezuela, por su parte, cumplirá sus obligaciones serenamente, sin alardes no desproporcionados gestos, con la severa austeridad de un pueblo que a la sombra de su Bandera sabe en todo momento ser digno de su gloriosa tradición histórica y hacer honor a su palabra empeñada. Quienes con nosotros tratan saben que pueden contar con nosotros. La línea de conducta por seguir es clara y no admite vacilaciones. En Venezuela y desde Venezuela no se atacará en forma alguna ni a los Estados Unidos ni a ninguna nación americana, y Venezuela, con todas sus fuerza morales, espirituales y materiales estará al lado de sus hermanas del Continente. Respondemos a nuestros compromisos internacionales y, al hacerlo, defendemos los intereses más evidentes de la nación que resultan de su posición geográfica, de su tradición histórica, de su actividad económica y de sus instituciones democráticas. Por lo demás, grato es el cumplimiento de tales deberes, si recordamos que la amistad de Venezuela con los Estados Unidos y demás países del Continente siempre ha sido leal y fecunda, e inspirada en la más sólida confianza.
Somos una nación pequeña, pero ello no impide que creamos y practiquemos que la grandeza material de un pueblo nunca es mayor que su estatura moral, para que reafirmemos los ideales de ética internacional que nuestros padres supieron llevar hasta los campos de batalla y para que estemos dispuestos –el venezolano nunca fue remiso a este llamado- a defender, cuando sea preciso, la integridad de nuestro territorio y a contribuir en esa forma a la defensa del Continente.
Nadie puede anticipar las contingencias que el futuro inmediato reserva, pero, cualesquiera que ellas sean, poca mella pueden hacer en el espíritu de un pueblo que sabe estar unido y mantener inquebrantable su disciplina social.
El anuncio de la alocución presidencial con motivo del ataque a Pearl Harbor. |
En esta hora solemne pido a los venezolanos la mayor serenidad y, al mismo tiempo, la mayor decisión. Todos debemos mirar con valor el porvenir, sin aturdimientos y sin ligereza. En nuestra Historia abundan los ejemplos de tenacidad, de abnegación, de fe; Fe, Abnegación y Tenacidad vamos a necesitar ahora para acometer las tareas que el momento exige. Debemos permanecer unidos y repudiar todo cuanto tienda a dividir y a debilitar el espíritu venezolano, hacer un esfuerzo supremo para mantener incólumes las instituciones democráticas que nos rigen y realizar la vasta empresa de completar la defensa económica de la Nación.
Seguro estoy que todos los venezolanos cumplirán con su deber, como seguros deben estar éstos de que el Gobierno seguirá cumpliendo el suyo.
Lo cumple dando al pueblo las directrices por medio de las cuales el esfuerzo colectivo culminará en paz, seguridad y grandeza, y lo cumple manteniendo con toda energía el equilibrio de unas instituciones contra las que conspiran, de una parte, la ruda emergencia que nos azota, y, de otra, el solapado propósito de quienes invocan la libertad para destruirla y odian un orden social que tiene por (ilegible) y por objeto la dignidad del ciudadano.
Ya se han dictado las medidas inmediatas que la prudencia aconseja para prevenir criminales atentados contra las fuentes vitales para la economía y la defensa del País. Unidades del Ejército Nacional han sido destacadas para resguardar los puntos más importantes, y podéis confiar, como yo confío, por el íntimo conocimiento que de ellas tengo, que, cualesquiera que sean las circunstancias, las fuerzas armadas del País sabrán cumplir con su deber.
Portada de PANORAMA con la posición venezolana sobre el ataque a Pearl Harbor. |
No obstante, estoy convencido de que el mayor y más continuo esfuerzo tendremos que aportarlo en el campo de la actividad económica. El problema fundamental de la economía venezolana ha sido siempre producir. Crear una producción variada, equilibrada y suficiente, capaz de satisfacer nuestras necesidades. Este objetivo se ha hecho inaplazable y vital. Es imprescindible movilizar toda la capacidad productiva de la Nación, para alcanzar en breve plazo la seguridad de nuestras subsistencias. Es evidente que el objetivo no puede ser un vago ideal de incremento de la producción en cualquier sentido, ni en cualquier forma, sino el aumento de determinados ramos de la producción hasta un límite fijo y con un objetivo definido, es decir: producir lo que necesitamos para nuestro consumo o para el intercambio internacional, producir, de lo que necesitamos, todo aquello que estamos en capacidad de obtener en condiciones normales y sanas y, por último, desarrollar esa producción dentro de un marco lógico de equilibrio e integración de nuestra vida económica. Ello no puede ser sino el fruto de una movilización general de todas las voluntades para crear en el menor tiempo una nación económicamente normal. Todos deben y pueden contribuir a este esfuerzo con la convicción de que éste es el campo efectivo de la lucha por la grandeza de la Patria.
En el camino de la defensa de las instituciones, de la seguridad económica y de la independencia de la Nación, mi Gobierno, seguro del respaldo activo y vigilante del pueblo, y dentro de los medios legales, no tolerará ni la división, ni la duda, ni la encubierta subversión de la forma de gobierno republicana y democrática, ni nada que atente contra la integridad Moral y Material de Venezuela. También espero que los extranjeros que se hallan en nuestro país correspondan con su discreción y prudencia a la hospitalidad que tradicionalmente hemos sabido ofrecerles.
No es necesario exagerar los peligros, ni el alcance de las circunstancias actuales. Menester es conocer aquellos y medir éstas con varonil entereza para ajustar cuerdamente nuestra conducta.
Los momentos son, ciertamente, graves, pero no hay nada en ello que no permita considerarlos con esperanza y firmeza. Esta laboriosa esperanza y esta inconmovible firmeza son las que invoco sobre el pueblo venezolano, cuyos destinos tengo la honrosa responsabilidad de dirigir. De encrucijadas más turbias y de más negros horizontes ha surgido América hacia la esplendorosa realidad de su destino, que es misión generosa de fraternal devoción para todos los hombres. En ese noble empeño han estado presentes todos sus pueblos y en los símbolos más puros de esa tradición flota la majestuosa bandera de Venezuela. Compactados emprendamos dignamente las tareas que la ocasión demanda, sin inútiles manifestaciones, sin estériles odios, con fe en nuestro destino y en la voluntad de Dios.
Miraflores, 9 de diciembre de 1941.
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