Bolívar el 25 de septiembre de 1828. Ilustración Manuel Salgado |
En 10 pasos de la historia contaremos los sucesos de la "Nefanda noche", en la que Bolívar se salvó gracias a su amante, la genial quiteña Manuela Sáenz, y a su pastelero, el maracaibero José María Antúnez.
1. Simón Bolívar mandaba en Colombia desde 1819 cuando, al frente de un ejército conformado por venezolanos y granadinos, expulsó a los españoles luego de la batalla de Boyacá (7 de agosto de 1819). Luego de unificar las naciones por el decreto del 17 de diciembre de ese año, logró la liberación de Venezuela (Carabobo, 24 de junio de 1821) y Ecuador (Pichincha, 24 de mayo de 1822, batalla ganada por su lugarteniente Antonio José de Sucre). El Libertador implementó un sistema de gobierno autocrático, personalista, apoyado por su vicepresidente, el cucuteño Francisco de Paula Santander, que comenzó a tomar distancia del caraqueño con el paso del tiempo.
Francisco de Paula Santander. |
2. Santander conocía del proyecto para deponer a Bolívar, aunque no estuvo precisamente detrás de él. Su intervención se dedicó a dejar hacer y esperar los resultados. Era casi seguro que formaría parte del nuevo gobierno, como hombre preeminente del país. Tras la muerte de Bolívar llegaría a ser presidente de la Nueva Granada.
3. El atentado del 25 de septiembre fue el intento más cercano de asesinato a Bolívar en Nueva Granada, pero no el primero de 1828. Los conjurados intentaron hacerlo previamente a la salida de un baile de máscaras el 10 de agosto, del que Bolívar salió molesto por una algarada de Manuela Sáenz, que tras no haber sido invitada formó un escándalo que indignó al Libertador -la quiteña sabía que lo atacarían, pero el caraqueño no le prestó atención a la advertencia-; y en un paseo en Soacha, cercana a la capital, el 21 de septiembre, con cinco atacantes liderados por el venezolano Pedro Carujo. Los implicados vacilaron por dudas de lo que ocurriría tras matar a Bolívar.
4. Los conjurados eran extremistas, en su mayoría abogados o gente de letras, además del teniente coronel Carujo, que era un estudioso pero rebelde hombre de armas. Además de Carujo estuvieron implicados el coronel Ramón Guerra -se retiró en el último momento-, el poeta Luis Vargas Tejada, los franceses Agustín Horment y Juan Francisco Arganil, el doctor Mariano Ospina, los jóvenes Pedro Celestino Azuero y Juan Miguel Acevedo, Florentino González y Wenceslao Zuláibar, entre otros. Carujo tenía 25 artilleros a su disposición, mientras que los civiles eran nueve, según la narración de Acevedo titulada La Revolución de Septiembre, o doce, de acuerdo con González en su texto Los conjurados y el golpe.
Bolívar y Manuela. |
5. El plan inicial era, según narra González, "tomar a viva fuerza los cuarteles de Vargas y Granaderos, y el palacio del dictador, y apoderarnos de la persona de éste, vivo o muerto, según fuese posible (...) no podíamos lisonjearnos de triunfar sino con la impresión de terror que cause en nuestros contrarios la noticia de la muerte de Bolívar (...) al mismo tiempo, se dispuso que se pusiese en libertad al general Padilla (...) y con él, a la cabeza del batallón de artillería, de una compañía de milicia nacional, que estaba pronta, y de la juventud que estaba armada, apoderarnos de los cuarteles y de todos los funcionarios públicos importantes".
6. El Palacio de San Carlos, sede del gobierno colombiano, estaba protegido por una guardia "que torpemente se alojaba fuera de la puerta de palacio. Nueve jóvenes nos llevamos por delante todos los centinelas, el retén que se encontraba en el zaguán y a un edecán que quiso impedir, espada en manl, la entrada al salón que quedaba frente a la escalera", según narra Acevedo. El plan comenzó a ejecutarse a las 10:30 de la noche del 24 de septiembre y el ataque a palacio sucedió, de acuerdo con González, a las 12:00 de la noche del 25.
7. En el dormitorio principal se encontraban Bolívar y su amante, Manuela Sáenz. "Serían las doce de la noche", contó la quiteña en 1850 a Daniel Florencio O'Leary, general irlandés al servicio de los independientes y la Gran Colombia, luego encargado de negocios del Reino Unido, "cuando latieron mucho dos perros del Libertador y a más se oyó algún ruido extraño que debe haber sido al chocar con los centinelas, pero sin armas de fuego por evitar el ruido. Desperté al Libertador y lo primero que hizo fue tomar su espada y una pistola y tratar de abrir la puerta; lo contuve y le hice vestir, lo que verificó con mucha serenidad y prontitud". El caraqueño intentó resistir, pero su amante le instó a que se lanzara por una ventana. "¿Usted no dijo a Pepe París que esta ventana era muy buena para un lance de estos?", preguntó la mujer. Respondió Bolívar: "Dices bien". Luego que Manuela verificara que no pasaba gente por la calle, el Libertador saltó y se fue corriendo.
Manuela frente a sus atacantes. Ilustración biografía de Manuela Sáenz, por Rumazo González. |
8. Manuela salió -"con una espada en la mano y con admirable presencia de ánimo", según González- al encuentro de los conjurados, armados con puñales y pistolas. Le preguntaron dónde estaba Bolívar: "Les dije que con el consejo, que fue lo primero que se me ocurrió; registraron la primera pieza con tenacidad, pasaron a la segunda, y viendo la ventana abierta exclamaron '¡Huyó! ¡Se ha salvado". La amante replicó que no había huído, que estaba en el consejo. Con respuestas que unos creyeron y otros no, Manuela hacía tiempo para que Bolívar buscara su escondite. Los implicados siguieron interrogándola, pero la respuesta era la misma: Bolívar está en el consejo. El edecán Andrés Ibarra fue herido, mientras que el escocés Guillermo Ferguson fue asesinado por Carujo, de un pistoletazo y dos sablazos. Ambos se encontraban fuera de palacio y se acercaron corriendo tras escuchar la refriega. Manuela fue agredida. "La derribaron, la maltrataron, uno de los conspiradores le golpeó la cabeza con sus botas", narra Bossingault. "Ella no cesaba de gritarles '¡Mátenme cobardes, maten a una mujer!". "El amor y el valor de una mujer habían librado de la muerte al dictador, pero no de su caída del poder, que había empezado a efectuarse desde aquella tremenda noche", escribió el conspirador Acevedo.
9. Al saltar Bolívar a la calle, huyó. Pasó su repostero, el maracaibero José María Antúnez, y ambos se refugiaron bajo el puente sobre el riachuelo de El Carmen. El Libertador tenía una pistola y su sable. El criado salió a ver "cómo andaban los cuarteles; con el aviso que le llevó, salió y fue para el de Vargas", narró la Sáenz. Los enfrentamientos entre los soldados sublevados y los leales se sucedieron en las calles de Bogotá, bajo una luna grande y clara, pero al fin la superioridad numérica y en armas de los leales triunfó. El general Rafael Urdaneta y Francisco de Paula Santander, además de otros líderes militares, recibieron al Libertador tres horas después del atentado, mojado y tiritando de frío, en medio de las tropas. José Prudencio Padilla, que estaba detenido previamente y fue liberado por los rebeldes, se encontraba con los otros generales: posteriormente, junto con Santander, fueron enjuiciados y castigados por Urdaneta.
Simón Bolívar, Libertador-Presidente de Colombia. |
10. Catorce conjurados terminaron ejecutados, unos implicados directamente en el ataque al palacio, como Horment y Zuláibar, otros que conocían los planes, como Guerra y algunos soldados de segundo orden, como Silva, Galindo y López. Padilla cayó fusilado, aunque nunca se comprobó su participación. Santander, aunque condenado a muerte por Urdaneta, terminó en prisión y expulsado del país por orden de Bolívar. El Libertador permanecería en el poder hasta 1830, cuando renunció. Falleció en Santa Marta, antes de viajar a Europa, el 17 de diciembre de ese año. Muchos de los conjurados que recibieron pena de prisión pasaron a formar parte de los gobiernos posteriores en Nueva Granada.
Manuela Sáenz murió pobre y abandonada en 1856.
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