¿Bolívar cobarde? La historia del Combate Naval de los Frailes

Bolívar en el Combate Naval de los Frailes, por Tito Salas


A Simón Bolívar se le endilgó, en vida sobre todo, una fama de cobardía atribuida por compañeros que le envidiaban el mando. Rivales como Manuel Piar o José Francisco Bermúdez lo atacaron de esta forma. Piar terminó pasado por las armas acusado de traidor y Bermúdez, tras el hecho, cedió ante el liderazgo del Libertador.

Como estratega, el caraqueño no tenía necesidad de estar en plena refiega. Dirigía la batalla, daba órdenes, encomendaba la lucha a sus subordinados. Organizaba, animaba, estimulaba. Esa era su función.

Hombres como José Antonio Páez estaban más adecuados al combate cuerpo a cuerpo, pero no servían para la dirección. Así perdió el llanero algunas batallas: “No hay hombre cuerdo a caballo”, se excusaba.

“Era pues (Bolívar) a la vez bravo hasta la temeridad y cobarde hasta el pánico”, afirmó el historiador español Salvador de Madariaga, en su nutrida biografía sobre el Libertador.

Luis Perú de La Croix cuenta en el Diario de Bucaramanga un episodio en el que Bolívar tuvo que combatir con valentía extrema.

“He sabido que en algunos encuentros repentinos en que se ha hallado envuelto ha peleado con ambas manos y que, teniendo la derecha cansada, pasaba el sable a la izquierda”, cuenta Perú de La Croix. “Su primer edecán, el general Ibarra, me ha asegurado haberlo visto obrar así en unas refriegas que hubo en la derrota de Barquisimeto en noviembre del año 13, que fue la primera que había tenido el Libertador, y en La Puerta del año 14”.

Sobre la cobardía –mal llamada cobardía- Madariaga refiere una anécdota contada por Ducoudray Holstein. Henri Louis Villaume Ducoudray Holstein fue un aventurero prusiano que peleó en la Guerra de Independencia, pero que tuvo encontronazos con el Libertador por el incumplimiento de algunas promesas de ascensos o pagos.

Tras dedicarse a difamar a Bolívar –escribió las Memorias de Simón Bolívar y sus principales militares, donde pintó a los personajes de la forma más cáustica posible-, volvió a pedir lo que se le adeudaba, sin obtener respuesta positiva.

Los historiadores venezolanos no son proclives a utilizar sus Memorias, pero no dejan de ser una fuente primaria que, tomada con pinzas y comparadas con otros episodios que sí son reconocidos como ciertos, pintan un cuadro general sobre la personalidad de Bolívar.

Citemos a Madariaga sobre la actuación de Bolívar en el Combate Naval de los Frailes, el 2 de mayo de 1816. La pelea fue ganada por la escuadra patriota, al mando del curazoleño Luis Brion, que fue ascendido por esa acción a Almirante.

“En cuanto a Bolívar, no tomó parte en el combate. Ducoudray pinta su actitud del modo más desfavorable. Le pareció el abordaje una locura y temía que, de haber sido herido o muerto, fracasara la expedición. Brion le indicó que se ocupara en suministrar cartuchos con Zea, el intelectual; pero Bolívar se subió al bote ‘que en los barcos armados suele ir atado encima de las ventanas de la cabina’, y desde allí observó la acción: ‘Esta posición que Bolívar eligió era desde luego la más segura del barco’.

Esto escribe Ducoudray Holstein, que se hallaba presente. No es admisible que Ducoudray inventara un relato tan detallado como el que traza de esta acción.

‘Se sentó en el bote, rogándome que me pusiera al mando de los oficiales, a quien había provisto de armas y municiones; y Brion me confió el mando de los voluntarios, de modo que tuve que encargarme de toda la infantería, que eran unos ciento sesenta’.

La lucha fue dura y entre los hombres de Ducoudray hubo cincuenta bajas: ‘Pero cuando aumentaron los nuestros y el bravo comandante (español) cayó mortalmente herido, perdieron toda esperanza y unos treinta desnudándose, se tiraron por la borda, esperando salvar la vida a nado en las Tres Rocas. Entonces el General Bolívar, que había seguido todo sentado en gran seguridad en el bote, detrás de la viga, vio a estos desgraciados desnudos que pasaban nadando a corta distancia; sacó la pistola y mató a uno de ellos; apuntó al segundo y tiró sin dar al tercero. Terminado el combate y tomado el bergantín, saltó del bote, vino hacia mí con rostro radiante y me dijo `Mi querido amigo, ha luchado Vd. bravamente, pero yo tampoco he estado inactivo; he matado a mi hombre, pero lamento que se me escapó el segundo!’.

Yo, que había pasado varias veces de un lado al otro del barco, viendo siempre a mi general con la cabeza apoyada en la viga, me sorprendí y le pregunté cómo había podido matar a un hombre en su bote: ‘Ah –dijo riéndose-, con la pistola, en el agua!”.
Termina la cita del libro de Madariaga.

El historiador español hace una salvedad: “Bolívar en el mar no estaba en su elemento, pues carecía del estímulo, para él indispensable, del movimiento. En aquellos barquichuelos, ni para andar había sitio. Bolívar necesitaba la marcha rápida, al galope. Sin este movimiento rápido no le bullía el espíritu; se sentía sin fuerzas, batido de aquí de allá en los vacíos interestelares de su alma”.

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