Luis Gerónimo Abreu interpretando a Simón Bolívar. |
Luis Gerónimo Abreu (Caracas, 1972) realizó un trabajo memorable como protagonista de la serie Bolívar (Caracol Televisión, 2019). Esta producción, difundida por Netflix y actualmente transmitida por Televen para Venezuela, repasa la vida y obra del Libertador Simón Bolívar, desde su nacimiento en Caracas en 1783 hasta su muerte en Santa Marta, Colombia, en 1830.
Conversamos con Abreu para @lahistoria200,
resaltando varios aspectos de la experiencia de haber interpretado al héroe
venezolano.
—¿Cómo ocurrió el contacto para protagonizar la serie? ¿Qué fue lo
que le convenció?
—La primera vez que me enteré de que harían Bolívar fue gracias a una
gran productora venezolana, Leonor Sardi, que me comentó que se haría la serie
y que creía que yo podría hacer de Bolívar. Después de eso pasaron varios meses
y me contactó una representante venezolana, que la había contactado la gente de
casting de Caracol. Me dijeron que hiciera el casting. Hice el casting en Caracas. Lo envié a Colombia y después me
llamaron para ir a Bogotá, viajé, regresé a Venezuela y después de algunos
meses me dieron la noticia. Fue un casting largo, de varios meses de espera,
pero fue así. Un proceso bastante estresante y angustioso por las ganas de
hacerlo. Nunca pensé que fuera a hacer Bolívar, por aquello de la apariencia
física, y varias cosas. Pero fue un regalo de la vida, básicamente.
—¿Cómo internalizó el papel del Libertador? ¿Qué fue lo que más le
costó?
—No sé qué fue lo que más me costó. Quizás el tratar de no caer en
clichés y, probablemente, en alguno caí. Era para tratar de humanizarlo, de ver
los defectos de Bolívar, que la gente se diera que era un ser humano, no un
superhéroe. Traté de hacerlo lo más real posible. De hacerlo lo más humano posible.
Como decíamos a veces, tratar de bajarlo de la estatua. El libreto está muy
bien escrito, ayudaba con eso. Para internalizarlo era verlo como eso, un ser
humano de carne y hueso, con virtudes, con defectos. No tenerle miedo a los
defectos. Que mi admiración por el personaje no me influenciara de ninguna
manera para tratar de hacerlo perfecto. Que entendiera que se equivocó, se equivocó
muchas veces, y que esos defectos, más que minimizarlo, lo engrandecían.
Entender que era un ser humano de carne y hueso lo que hace es enaltecer mucho
más lo que logró. Muchas veces sus errores también fueron cruciales para lograr
todo lo que logró. Quitarme ese héroe, porque todos los venezolanos lo tenemos
endiosado, quitármelo de la cabeza y tratar de ser lo más imparcial posible
para contar su historia. No contarla como un venezolano, sino como un actor:
verlo de la forma más imparcial posible. Fue una de las cosas que,
psicológicamente, cuesta más. Y el compromiso de contar la historia de ese
personaje en este momento de nuestra historia.
—¿Vio la actuación de Mariano Álvarez? ¿Adaptaste algo de ella?
—Mariano queda siempre en la memoria del venezolano como el Bolívar
ideal. Es de esos actores que se adueñaron de un personaje, como Rafael Briceño
con Gómez, o Luis Rivas con Pérez Jiménez. Busqué a Mariano, indudablemente,
pero conseguí pocas escenas en YouTube. Soy muy malo buscando en Internet.
Tampoco quería imitar a Mariano, pero quería verlo, verlo y refrescarme. No
creo que haya intentado hacer lo mismo que él, pero sí fue una referencia para
tratar de entender al personaje de Bolívar. Mariano lo tenía muy claro. Nunca
busqué hacer algo parecido a nadie. Vi escenas de Roque (Valero), vi escenas de
Edgar (Ramírez), de los actores colombianos. Vi muchas cosas. Pero para
entender al personaje, no para imitar a nadie. Los actores imitamos muchas
veces sin darnos cuenta, pero no es lo que uno busca. Cuando todos empezamos lo
hacemos, pero después uno halla su propio estilo. Pero sí, Mariano es el
Bolívar que nos ha marcado. Son personajes que se quedan en la memoria de
nuestra idiosincrasia.
—¿Leyó algo sobre el Libertador, su forma de ser, sus gestos? ¿Los
historiadores le recomendaron algún texto especial?
—Sí, leí muchas cosas sobre Simón Bolívar, busqué mucho en Internet. En momentos que empecé a buscar y buscar, con Internet pasa algo que puede ser genial: empecé a conseguir ventanas, y otras ventanas, y allí me entretenía con todas las ventanas abiertas… ninguna de Bolívar. Me iba por las ramas. Pero consulté varios libros, que se quedaron conmigo a lo largo de la serie. El General en su laberinto (Gabriel García Márquez), Bolívar de carne y hueso (Francisco Herrera Luque), El Diario de Bucaramanga (Luis Perú de La Croix), el Diario de Daniel Florencio O’Leary, las cartas de Bolívar… pero en el Bolívar de carne y hueso conseguí las características físicas, cómo lo veían los demás, cómo caminaba, cómo miraba, cómo reaccionaba. Yo me puse a pensar en cómo interpretarlo físicamente. Lo que había dicho estaba en el libreto, pero quería saber más detalles sobre cómo actuaba, físicamente actuando. Uno de los gestos que traté de mantener siempre era la mirada: una mirada muy profunda, a pesar de que nunca dejaba la mirada quita, que nunca mantenía los ojos quietos, que nunca estaba quieto. Me enteré, por ejemplo, que, según grafólogos, 90% de los documentos que firmó Bolívar los firmó de pie. Que prefería una hamaca o una cama porque podía estar en movimiento. Que le gustaba la bulla. Decía que pensaba más en medio de una fiesta o un baile, o que se concentraba más en medio de una batalla que en el silencio o en la tranquilidad. Páez decía que era como hablar con un loco, porque nunca tenía los ojos quietos, nunca te miraba fijamente, sino que los tenía en movimiento. Esas cosas resultaron importantes, interesantes, cosas de las que me agarré para ir creando el personaje.
—¿Cuál fue el episodio que más le gustó, en el que se sintió más
cómodo, y el más complicado? ¿El Paso de los Andes?
—Es difícil decirte cuál fue el más difícil, o el que más me gustó.
Yo creo que todos. Indudablemente, la muerte me golpeó mucho. Coincidió con la
última escena de grabación. Realmente me dolió leer el último capítulo. Se me
aguaron los ojos. Hacerla también, porque coincidía con un equipo maravilloso
con el que compartí durante varios meses. Fue un equipo al que aprendí a
querer, a valorar, en el que hice amigos. Era la despedida de un proyecto que,
por más cansón y más duro que fue, disfruté muchísimo. Fue un regalo de la vida. Grabar la muerte fue duro, muchos sentimientos encontrados. El discurso
del Páramo (de Pisba, durante el paso de los Andes) era una escena
importantísima. Las de las batallas. Era como estar en un parque de
diversiones, emocionado, y con toda la adrenalina del mundo. Fueron muchísimas
cosas que me encantaron. Pero lo que más resalto fue el equipo humano con el
que trabajamos, tanto actores como todo el crew, todo el equipo técnico, es lo
que resalto. Sin ellos hubiese sido posible terminarla. Fue realmente un
regalo.
—Hay dos personajes clave en la interacción con Bolívar: el de Santander y el de Manuela. ¿Cómo fue el trabajo realizado con Hans Martínez y Shany Nadan?
—Dos actores maravillosos, geniales. Tuvieron muy claros los
personajes. Lo que hicieron Hans y Shany, con Santander y Manuelita, fue
genial. Dos compañeros geniales. Creo que todo el elenco está de premio, todo
el elenco le puso todo el amor posible. Siempre lo digo, yo con ellos voy a
cualquier guerra. Un gran ejército.
—¿Qué le quedó de Bolívar como figura histórica? ¿Cambió en algo su
impresión del personaje histórico, respecto a lo que nos enseñaban en las
escuelas?
—El ego que tenía fue algo importante. La pasión que rayaba en la
obsesión, en locura, que le ponía a todas las cosas que le importaban. Todo fue
determinante. Lo humano, los errores. Es lo que más que marcó del personaje, lo
que me hizo admirarlo más. Sobre todo, esa pasión que rayaba en la obsesión por
sus ideales. Lo inquebrantable que pudo ser, es algo que me dio una gran
impresión. Eso me marcó.
—Siempre se ha hablado sobre la dificultad de interpretar a Bolívar y
tratar de desencasillarse del personaje: ¿le preocupa esto? ¿O lo lleva como un
papel más?
—No es un personaje más, pero no me siento encasillado. Espero no
estarlo por la industria. Lo solté, aunque seguirá estando en mi memoria. Un
regalo de la vida, como dije antes. Pero hasta ahí. Uno lo suelta. Lo que se
queda con uno son las vivencias, los amigos, la experiencia, conocer un país
tan hermoso como Colombia, que lo pude recorrer de la A a la Z, y disfrutar de
lo que generó la serie en las personas, sobre todo en los venezolanos. Llenarme
de orgullo no por mi trabajo, sino por la serie. Pudimos contar la historia de
Bolívar a más de 190 países y ver la admiración que logramos en la gente que la
vio. La reconciliación del venezolano con la figura de Bolívar, el acercamiento
con los niños y jóvenes que no han vivido en su país y se reencuentran con él a
través de la serie, eso sí se queda. Pero el personaje ya pasó.
—¿Qué le dijo su hijo cuando le veía con el traje del
Libertador?
—Cuando mi hijo me vio en el set disfrazado me dijo que me parecía a
Thor (risas), pero que me faltaba el martillo. Fue muy divertido.
—¿Cuál será la anécdota que jamás olvidará de las grabaciones?
—Esa pregunta la odio, porque uno no se recuerda de alguna cuando la hacen y al momento de responder te quedas en blanco. Fueron muchísimas: las caídas del caballo, el frío, el calor, los traslados, las amistades. Son cosas que jamás voy a olvidar.
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