Muerte de Simón Bolívar. |
Rafael Urdaneta, como presidente interino
de Colombia (tal era el título ante la Dictadura que había asumido), tuvo el
deber de informar al pueblo sobre la muerte del Libertador Simón Bolívar. Esta
ocurrió en Santa Marta el 17 de diciembre de 1830.
Urdaneta recibió en Bogotá la información
enviada por Mariano Montilla desde la costa neogranadina. El 9 de enero de 1831
dio la noticia a la ciudadanía en Bogotá. Un día después renunciaría a la
presidencia interina.
"¡Colombianos! Agobiado por el peso
del dolor me esfuerzo, no obstante, por cumplir con el más triste de mis
deberes como magistrado, como ciudadano, como amigo. Os anuncio que ha cesado
de existir el más ilustre entre todos los hijos de Colombia, el Libertador, el
fundador de tres repúblicas, el inmortal Simón Bolívar. Después de haber
agotado hasta las últimas heces del cáliz de amargura que le ofreció la
suspicacia de algunos conciudadanos suyos, ha pasado a la región de las almas,
dejando un vacío inmenso en Colombia, en América, en el orbe civilizado.
Rafael Urdaneta. |
¡Colombianos! Las pasiones contemporáneas,
aún las más encarnizadas, deben darse ya por satisfechas. Bolívar no pertenece al
hoy más, sino al dominio de la historia; y mientras ella le asigna en sus
páginas el prominente lugar a que le han hecho acreedor sus relevantes
servicios a la causa de la humanidad, nosotros, los que tenemos la desgracia de
sobrevivirle debemos reunirnos en torno a su tumba helada, a llorar la pérdida
que hemos hecho, a meditar sobre la situación de Colombia y prestarle los
auxilios de que tanto necesita la patria para revivir.
¡Colombianos! Deseoso de que no se malogren
los esfuerzos inauditos de aquel varón esclarecido por la independencia y la
libertad de nuestra tierra, me ocupo actualmente de dictar aquellas medidas que
demandan el reposo y bienestar de los que viven sometidos al Gobierno Nacional,
y de negociar con los que no lo están, los medios de llegar a un avenimiento
amistoso que tenga por resultados reorganizar a Colombia y presentarla de nuevo
a los ojos de las naciones en su pasada majestad y esplendor.
En nombre de la independencia y de la
libertad, convido a todos los que abriguen en su pecho sentimientos nobles y
generosos, a que coadyuven a la bella empresa de restaurar Colombia. Venid,
pues, colombianos al templo de la concordia, venid conmigo a darnos un abrazo
fraternal. Sólo así evitaremos que el país sea patrimonio de la anarquía más
espantosa y devoradora que jamás vieron los siglos.
Bogotá, 9 de enero de 1831”.
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