Carabobo |
“Amemos la patria del otro como la nuestra”, Chiara Lubich
"No es lícito ni honesto, a veces es
simplemente una mentira institucionalizada, usar el pasado sin mirar la verdad
de sus posibilidades para luego adoctrinarnos desde semejante abuso, asumiendo
la obligación de postrarnos ante lo que nunca fue". Luis Castro Leiva
(1943-1999). Cuando la historia está al servicio del Estado y de los poderes
públicos atados al pensamiento unidimensional toda conmemoración deviene en
“mentira institucionalizada”. Además, luego del 5 de julio de 1811, cuando nos
declaramos una nación independiente bajo un pacto de naturaleza civil, hemos
tenido que padecer el predominio de hegemonías guerreras y militaristas que
socavaron tanto la paz como la institucionalidad. En nuestro devenir de
doscientos once años de historia republicana sólo hemos podido contar con
cuarenta años de gobiernos civiles y pacíficos donde la alternabilidad en el
poder fue un logro muy significativo y que hoy aspiramos recuperar.
Además, celebrar una Batalla como Carabobo,
dentro de las efemérides oficiales, no es propiamente una tarea prioritaria de
parte de los historiadores que sabemos que la guerra es el fracaso del proyecto
humano. No es tarea de los historiadores exaltar el patriotismo nacional sino
comprender desde una interpretación abierta los procesos históricos en sí. La
Historia Oficial en estos casos se convierte en una telaraña ideológica
superpuesta a los hechos reales. George Orwell, autor de “1984” sostuvo que: “Quien
controla el presente controla el pasado y quien controla el pasado controlará
el futuro”. Este tipo de historia como adoctrinamiento es contraproducente
porque es encubridora y vehículo de propaganda de fines inconfesables.
No pudo haber Carabobo en 1821 sin previamente
Simón Bolívar no hubiese triunfado en Boyacá en 1819 y con ello lograr la
unanimidad en el mando de parte de sus partidarios que tantas veces se le
resistió. Y además, las crisis ministeriales y sociales en la Metrópoli, como
el Alzamiento liberal de Riego en Sevilla a inicios de 1820, contribuyeron a la
desmoralización de los venezolanos partidarios del realismo en Venezuela.
El triunfo en la sabana de Carabobo el 24 de
junio de 1821 fue un mero trámite para las fuerzas republicanas comandadas por
Simón Bolívar y secundadas por los llaneros de Páez y la Legión Británica. El
jefe realista Don Miguel La Torre, sólo podía contar con una oficialidad
europea muy disminuida y con un ejército formado casi con exclusividad con
soldados criollos nacidos en el país.
Sabemos bien que el tejido de la nacionalidad
se nutre de estos hechos bélicos como un resabio nacionalista ya hoy
anacrónico. Lo mismo nos sucede cuando se trata de la exaltación de la guerra y
su corolario de muertes. La celebración de Carabobo es una oportunidad para
revisar todos estos conceptos y la necesidad de replantear todo nuestro estudio
del pasado sobre unas bases más sinceras y menos mitológica apostando por un
civismo pactado con la paz.
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